sábado, 16 de septiembre de 2017

LA CASA DE MARTÍN GARATUZA

(En Puebla) cuando era presentado a alguna persona le tendía la mano para que se la besara y le decía – “Ya tiene vuestra merced otro capellán en mi a quien mandar, porque ya soy sacerdote”.
 En 1642 en la ciudad de México estafó a un clérigo, al pedirle un caballo prestado porque afirmo que se le había encomendado llevar a una mujer a Puebla, vecina del barrio de Santiago. Dicho sacerdote, no dudando de alguien que se vestía igual que él, le prestó el caballo, pero como pasó el tiempo y no se lo regreso, fue a ver a ver a la mujer que supuestamente se iba a llevar a Puebla. Allí se enteró que Martín Garatuza le había robado a ella también con una carta falsa de su marido, sus joyas y ropa.
Ante esa declaración el ingenuo eclesiástico recordó que había dejado a Martín solo varias veces en su casa, reviso sus cosas y se dio cuenta que le faltaban sus títulos de Subdiácono, Diacono y Presbítero que guardaba en una caja de hoja de lata.
Martín Garatuza estuvo en Oaxaca donde se hizo pasar por un enviado del obispo de Puebla don Juan de Palafox y Mendoza. Allí un cura le presto dinero, se le pidió que diera misa, pero fingiéndose enojado dijo que el misal no servía, se robó las hostias, tirando una en el camino, hasta que finalmente un comisario de la inquisición lo mando encerrar, pero consiguió fugarse. Uno podría imaginar que tras este episodio trataría de poner la mayor distancia posible entre él y el santo oficio.  Pero no, se dirigió a México y se presentó ante la inquisición lista a responder ante su conducta.

Los inquisidores en México, no le rompieron los pies, ni le quebraron hueso alguno, aunque no consta lo que se dijo en el proceso, se sabe que el santo tribunal le dio una licencia de 40 días para curarse en Puebla.

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