(En Puebla) cuando era presentado a alguna persona le
tendía la mano para que se la besara y le decía – “Ya tiene vuestra merced otro
capellán en mi a quien mandar, porque ya soy sacerdote”.
En 1642 en la ciudad
de México estafó a un clérigo, al pedirle un caballo prestado porque afirmo que
se le había encomendado llevar a una mujer a Puebla, vecina del barrio de
Santiago. Dicho sacerdote, no dudando de alguien que se vestía igual que él, le
prestó el caballo, pero como pasó el tiempo y no se lo regreso, fue a ver a ver
a la mujer que supuestamente se iba a llevar a Puebla. Allí se enteró que
Martín Garatuza le había robado a ella también con una carta falsa de su
marido, sus joyas y ropa.
Ante esa declaración el ingenuo eclesiástico recordó que
había dejado a Martín solo varias veces en su casa, reviso sus cosas y se dio
cuenta que le faltaban sus títulos de Subdiácono, Diacono y Presbítero que
guardaba en una caja de hoja de lata.
Martín Garatuza estuvo en Oaxaca donde se hizo pasar por un
enviado del obispo de Puebla don Juan de Palafox y Mendoza. Allí un cura le
presto dinero, se le pidió que diera misa, pero fingiéndose enojado dijo que el
misal no servía, se robó las hostias, tirando una en el camino, hasta que finalmente
un comisario de la inquisición lo mando encerrar, pero consiguió fugarse. Uno
podría imaginar que tras este episodio trataría de poner la mayor distancia
posible entre él y el santo oficio. Pero
no, se dirigió a México y se presentó ante la inquisición lista a responder
ante su conducta.
Los inquisidores en México, no le rompieron los pies, ni le
quebraron hueso alguno, aunque no consta lo que se dijo en el proceso, se sabe
que el santo tribunal le dio una licencia de 40 días para curarse en Puebla.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario