Don Sebastian seguia siendo un enigma. Era rico en un epoca en la que aún los pudientes sufrían. Su obraje no era ni la mitad de lo que habia sido diez años, pero vendia productos textiles a precios sin competencia. Dada caridad cuando el padre se lo pedia, pero¡ había que ver la manera como trataba a los limosneros que se arrremolinaban a la salida de la parroquia!

- por la sangre de cristo señor - estiraba la mano uno. 

- por la encarnación del verbo don - decía otro. 

- por jesús, Maria y José - repetía una anciana. 

                     

- ¡ largo de aquí imbéciles! decía una y otra vez acuña tratando de pasar entre la multitud soltando golpes a diestra siniestra. 

santisteban quedo frio al escuchar esta declaración. El tono y el acento portugués de las palabras era el mismo que habia escuchado esa noche cautivo en ese sótano. A distancias siguió a Sebastian  Acuña hasta llegar a su obraje donde percibió el mismo olor a azufre. Convencido de su culpabilidad fue con el alguacil mayor quien de inmediato, despachó a la guardia y liberó a los presos en el sotano. 

Don sebastian perdió su obraje y libertad. Su caso fue tan infame que un historiador poblano, Veytia, escribio lo siguente sobre el:

"Durante todavia los vestigios de un obraje de los primeros años en el sitio que ocupan hoy ( años de 1780) las trojes del maestro carrocero Juan de Dios Toledo. en la huerta que hace esquina en la calle derecha de la puerta principal del convento de S. Agustín ( la 5 sur) donde dicen que hasta 1754 hubo un sótano o subterraneo, en que el dueño, del que asientan era un portugués de apellido de Acuña, encerraba muchos hombres y muchachos que de noche cogía en las calles por la fuerza, haciendoles trabajar allí sin mas estipendio que la comida, y en una prisión perpetua, sin que nadie supiese de ellos, hasta que lo descubrió un sacerdote a quien cogieron y despues dejaron libre, el cual hizo la denuncia a la justicia que sacó de aquel calabozo una multitud de gente que habia desaparecido"